Sucedió hace poco, en una tarde lluviosa, me encontraba haciendo reflexiones sobre el amor.
Sin quererlo, mis ojos se posaron en la fotografía de mi gran amor. Después en el crucifijo que tenía colgado muy cerca de mi, ¡roto!.
Inevitablemente recordé aquel día, cuando cegado por la ira, lo destroce.
Fueron tantas veces que le pedí a cristo que ella me mirara, que aquella mujer fuera buena, que fuera mía para siempre. Y así se cumplieron mis ilusiones.
Pero un día, un amargo día, con la esperanza de encontrarle a ella, y volcar todo mi amor, le sorprendí en brazos de mi mejor amigo.
Corrí desesperado, no se como llegue a mi casa, comencé a gritar y destrozarlo todo, y de la pared, tome al cristo con furia. Le arrojé al suelo diciendo:
Tú tienes la culpa, tantas veces te pedí que me permitieras conocer al verdadero amor y mírame ahora con el alma rota.
Tú tienes la culpa, tantas veces te pedí que me permitieras conocer al verdadero amor y mírame ahora con el alma rota.
No se si fue un sueño, un milagro o no se que, el caso es que de aquel cristo moribundo y roto surgieron estas palabras:
Hijo mío, ahora mas que nunca te amo, por que estas tan indefenso, tan débil, confundido. La prueba es grande. Pero mi amor por ti, es mas... Morí en la cruz por aquellos que como tu, son como las nubes.
Sigue mis pasos, entre más sufras, mayor será tu recompensa.
Sigue mis pasos, entre más sufras, mayor será tu recompensa.
Comencé a temblar, me desvanecí, y al despertar, medí cuenta que todo lo que había tirado, estaba en su lugar, y en la pared, aquel cristo roto que me miraba y sonreía con dulzura.
Hoy ha pasado el tiempo, es verdad, Cristo borró de mi mente la amargura y el deseo de venganza, he vuelto ha creer en el amor. Y cuando siento debilidad, a mi cristo roto lo contemplo y le digo:
Gracias señor!!!